Si necesitásemos definir en pocas frases la Teoría de la Dependencia, diríamos que es una teoría económica que niega los beneficios del comercio internacional propuestos por la escuela clásica y explica el subdesarrollo por medio de la subordinación o sometimiento que se produce hacia los países desarrollados. Dicha teoría sirvió a los países latinoamericanos, para comprender las causas de su estancamiento socioeconómico y buscar los mecanismos para revertir su situación de desventaja en el comercio internacional. Esta corriente teórica, domino el pensamiento económico latinoamericano durante mediados del siglo pasado y tuvo su mayor expresión con la industria por sustitución de importaciones (ISI) y la adopción de medidas proteccionistas al comercio internacional.
Hoy entrado el siglo XXI, podríamos aseverar que esta situación de
dependencia no se ha modificado demasiado. Nuestro país continúa exportando básicamente productos primarios e
importando productos industrializados o de alto valor agregado, lo cual genera una balanza comercial que no
logra estar a la altura de las
necesidades del país. Según datos del INDEC nuestro país en los primeros
ocho meses del año, exporto por 37.229 millones de dólares e importó por 26.245
millones de dólares. En casi los primeros tres trimestres del año acumulamos un
saldo positivo de 10.984 millones, lo cual nos da un saldo mensual de 1.361
millones. Este mismo dato trasladado al
año pasado. es sensiblemente menor, dado que en igual periodo da un saldo
favorable de 7.753 millones, algo más de 969 millones mensuales.
En los ocho primeros meses, la
sección que mayores divisas género fue el de los productos del reino vegetal con un total de 11.563 millones
de dólares. Sin embargo dicho monto, fue superado por los dos primeros ítems de
las secciones que se importaron; me refiero a Máquinas, aparatos y material
eléctrico por un total de 6.580 millones y la sección Productos de industrias
químicas y conexas por un total de 5.791 millones.
A esta endeble situación, debemos
añadirle un dato que acrecienta aún más la situación delicada en términos macroeconómicos. Es
lo que yo he denominado “La segunda teoría de la dependencia
argentina”; me refiero a la demanda de dólares para atesoramiento. En
el mes de agosto el Banco Central perdió 1.300 millones de dólares de reservas,
es decir el equivalente al saldo mensual de la balanza comercial. Esta cuestión
que existe en nuestro país desde hace ya décadas, genera en situaciones de
crisis como la actual, una complicación extra y hace que la cantidad de dólares
sea aún más insuficiente para poder abastecer a los importadores o afrontar los
compromisos con los organismos de crédito internacional.
Frente a este cuadro de
situación, la pregunta que me surge es la siguiente: ¿Es tan irreflexivo pensar en sustituir
importaciones para mejorar la balanza comercial y en consecuencia aumentar no
solo el ingreso de dólares sino las
fuentes de trabajo calificado? Yo estoy convencido que es totalmente
necesario. Del mismo modo, creo que este proceso en fases posteriores, al poder incorporar
al mercado internacional productos de fabricación nacional, nos puede abrir en
el mediano plazo la posibilidad de poder aumentar el volumen de las exportaciones
de productos no tradicionales.
Para lograr dicho cometido, se hace necesario entonces que el Estado nacional asuma un rol
planificador de una política productiva tendiente a forjar y alentar un proceso
de producción nacional que propenda a sustituir productos que hoy se importan
pero que por las características de nuestras industrias podrían fabricarse en
nuestro país. Para esto será necesario que se analice la composición de
las importaciones argentinas y en simultáneo se generen los mecanismos
crediticios o de ayuda técnica para que las industrias nacionales, puedan
comenzar en el menor tiempo posible a la fabricación de dichos productos. Para lograr esto, será necesario articular el capital bancario con el sector productivo.
Sin ánimo de querer extrapolar
modelos, el ejemplo del estado plurinacional de Bolivia nos muestra que gracias
a dicha articulación, el estado nacional
logró que el 60% del ahorro y de las utilidades bancarias estén
destinadas al crédito para el sector productivo. Esta política pública género
una gran oferta de líneas crediticias accesibles para los sectores productivos
que requerían empréstitos; en consecuencia el sector productivo, se financiaba
con tasas reguladas siendo estas sensiblemente menores que las del sector
comercio. En nuestro país en el año 2019
las utilidades de los bancos según lo informado por el propio Banco Central fueron
de 314.044 millones de pesos (3.700
millones de dólares al tipo de cambio oficial). A esta suma hay que agregarle el dinero que poseen los
bancos en carácter de depósitos. Esto es un claro indicador que habría fondos
para lograr el financiamiento para que las industrias puedan acceder a los
créditos a tasas reguladas.
Esta crisis sanitaria y socioeconómica
mundial, nos abre la posibilidad de poder pensar e intervenir en los problemas estructurales
de nuestra patria. El transformar la balanza comercial y la
matriz productiva es uno de ellos. Lo substancial es lograr despegar el tema
de la política industrial del debate ideológico. Es cuestión de hacer un
análisis experto, para ver qué funcionaria y en qué condiciones.
Para lograrlo, será necesaria la firme
decisión del gobierno nacional, pero también de los sectores productivos, de los
gremios, del sector crediticio y particularmente de una oposición política que
aporte y acompañe con el objetivo de lograr una política de estado, que en el
mediano plazo pueda generar un cambio de características significativas en
nuestra micro y macroeconomía. El
desafío a asumir por todos los sectores debe ser el de reemplazar la vieja
dicotomía laissez faire -intervencionismo por un pragmatismo aplicado a cada
caso, para subsanar las fallas del mercado y garantizar el éxito de la
intervención con una planificación e implementación institucional adecuada.
De la madurez y el compromiso de todas
y todos, dependerá el éxito de las políticas que apunten a resolver los
problemas estructurales de nuestra nación. El tener una mayor y mejor balanza
de comercio internacional y una mayor y mejor producción nacional es sin duda un gran tema a resolver. Como diría el formidable José Ortega
y Gasset “Argentinos a las cosas”.